Los jazmines son plantas trepadoras muy apreciadas por sus flores y cultivadas, desde tiempos inmemoriales, como plantas ornamentales, haciéndose imprescindibles en terrazas y jardines de climas cálidos, aunque también existe alguna variedad que admite climas fríos.
Su principal motivo decorativo lo constituyen sus flores, de coloraciones blancas, rosadas y amarillas, y de forma tubulosa abierta al final en lóbulos, que aparecen en la época templado-cálida y en la estación fría. Los jazmines exigen un terreno ligero y sano, con un índice aceptable de fertilidad, y es conveniente proporcionarles riegos abonados con periodicidad. Requieren exposiciones muy soleadas y climas cálidos o suaves. No son totalmente rústicos en climas fríos y, en la orientación opuesta al sol, necesitan la protección de muros y construcciones.
En la terraza pueden emplearse como plantas trepadoras y también se aplican simplemente como arbustos de flor.
Entre las especies más cultivadas se encuentra el Jasminum officinale, conocido popularmente como “jazmín real” y cuyas flores son muy perfumadas. Requiere temperatura cálida, tiene hojas perennes y grandes flores blancas, que aparecen en la época de calor, con un olor fragante muy característico.
El Jasminum nudiflorum, denominado comúnmente “jazmín de invierno”, florece en la época fría, antes de la salida de las hojas y sus flores son de color amarillo.